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Cuba: Carlos Alberto Montaner y la metamorfosis no deseada

Raúl Gómez

Carlos Alberto Montaner aprovechó que, por estos mismos días del año pasado, la atención del mundo y de los medios de prensa estaba centrada en Irak para cumplir de incógnito sus tan temidos sesenta años. Carlos Alberto tiene una nieta, un par de hijos, algo indiagnosticable -ni siquiera por colonoscopía-- instalado en el lugar exacto del pecado, y una tos pegajosa que lo llevó a renunciar al tabaco, aunque el prefiere engañarse diciendo que dejó de fumar porque le molestaba cargar una fosforera.

Hoy parecen cosa del siglo pasado los días de estudiante universitario en que Carlos Alberto jugaba alegremente con explosivos y con la vida humana. El 27 de abril de 1962, momento en los que ser terrorista representaba un magnífico pedigree en Miami, la revista "Avance" publicó una entrevista del periodista Angel de Jesús Piñera en la que puede leerse: "Nombre del entrevistado: CARLOS ALBERTO MONTANER. Ficha biográfica: Estudiante de la facultad de Derecho, compartía la jefatura nacional de Acción y Sabotaje de RESCATE ESTUDIANTIL con el dirigente universitario Alfredo Carrión Obeso...". No sería hasta finales de los años sesenta, -- cuando comenzaban a disfrazarlo de moderado--, en que Carlos Alberto emprendería una tenaz huída hacia delante de las acusaciones de terrorista que le formulaba el gobierno cubano.

Luis Posada Carriles, un anticastrista de cuerpo entero, que acaba de ser condenado en Panamá por intentar atentar contra el presidente cubano Fidel Castro en la X Cumbre Iberoamericana, en su libro "Los caminos del guerrero" señala: "lo que ayer era considerado como un acto de valor y patriotismo, llamado "acción y sabotaje", hoy se llama "terrorismo" y se nos persigue y encarcela por los mismos actos. En todo caso, y si creemos a la historia contada por Carlos Alberto, bien cabe pensar que él se encargaba de la acción y Carrión Obeso del sabotaje, ¿verdad?

Han quedado largamente atrás los años que siguieron a la caída del Muro de Berlín, en los que el señor Carlos Alberto Montaner cargaba hasta tres celulares. Para ese entonces creía fervientemente que entre él y Castro, a pesar de que estaban muy distantes ideológicamente, habían unos rasgos sicológicos que de alguna manera facilitarían el diálogo, y que -como hizo Gorvachev con Sajarov- de un momento a otro procedería a llamarlo por teléfono para acordar la transición cubana.

Hoy, aunque hace desesperados esfuerzos por figurar en el escenario político del exilio anticastrista, a Carlos Alberto lo agobian el stress, la depresión y la fatiga. No es para menos, cuentan que Geoge Tenet, el conocido director de la Central de Inteligencia Americana, acostumbra decir: "la mala noticia es que Castro goza de muy buena salud y proviene de una familia longeva".

En el mismo momento en que Carlos Alberto se confrontaba con sus temidos 60 años, y el mundo miraba hacia Irak y escuchaba a Bush, circulaba en la capital cubana un fuerte rumor. Según corría entonces, un importante babalao cubano, que habría pronosticado el desmayo del "Máximo Líder" en un acto público en el 2001, también había pronosticado que este duraría 105 años. En todo caso, Fidel Castro, el "tirano cautivador" que le hipotecó la vida y le implantó la mayoría de las obsesiones que hoy Carlos Alberto exhibe como condecoraciones de guerra; el político al que secretamente admira; el hombre al que fatalmente se siente ligado por lo que los sicólogos llamarían un conflicto de aproximación-evitación, acaba de declarar que estará galopando sobre el poder hasta el último aliento de vida, algo para lo que Carlos Alberto nunca se preparó.

Por otro lado, a Carlos Alberto los temidos sesenta años lo sorprendieron en un momento en que, por un lado, el estado de la economía mundial -particularmente la de los países de América Latina-- y las "delicadezas" políticas del Señor W. Bush le han dejado prácticamente sin tema ni "argumentos" para las "idioteces" que suele recrear en sus ensayos políticos. Y es que en estos tiempos le resulta muy difícil vender la idea de que el neoliberalismo y la economía de mercado --que aplican las 22 naciones más ricas y desarrolladas del mundo, como a él le gusta idiotizar-- es lo que deben aplicar como panacea los países de América Latina.

Se encuentra pues, a los sesenta, con la dura realidad de que es un escritor vacío de esdrújulas y, tiene que reconocerle razón -quizás demasiado tarde-- a su fiel esposa Linda, cuando le reclamaba tomar distancia del panfleto y el ensayo político para dedicarle tiempo, neuronas y energía a la novelística.

Ya no luce la espesa cabellera con que aparece en la revista Avance en 1962, ni las barbas con que aparecía en su libro "Informe secreto de la Revolución Cubana", ni el bigote que exhibía en la solapa de su novela "Trama". El panorama, pues, para Carlos Alberto, a sus sesenta años, es cruel y desolador.

Ahora, además del progresivo abultamiento de la próstata, de la perdida de turgencia en el tejido esponjoso, de una disfunción eréctil que lo mantiene en un estado de ansiedad perpetua, de la galopante presbicia -entre otras humillaciones biológicas- Montaner va a tener que pechar con un deterioro súbito de su salud que puede adicionarlo a la "lista de amigos que no pudieron emprender el viaje de regreso", con que algunos autores suelen comenzar sus libros.

No es casual entonces que algunas personas avecindadas en la Isla o en el exilio, que han podido conversar con él en los últimos tiempos, refieran algo que los sicólogos identificarían como un cambio en su patrón de comportamiento. Antes, Carlos Alberto se entrevistaba con desertores, viajeros, periodistas y diplomáticos, y recababa de ellos información sobre Fidel Castro, la economía cubana, la inversión extranjera, el transporte, los reformistas, los radicales, los minimalistas, los maximalistas; en fin, sobre temas económicos, políticos y sociales de la isla de Cuba. Ahora, Carlos Alberto "persigue" de manera compulsiva a los mismos interlocutores provenientes de Cuba, pero --y en eso reside la mutación- para recabar información sobre las investigaciones y los avances del Centro de Inmunología Molecular en el tratamiento del cáncer; del Hospital Hermanos Ameijeiras en el tratamiento de la disfunción sexual masculina; del Centro de Histoterapia placentaria en el tratamiento de la calvicie; del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología con la Estreptoquinasa recombinante o de las experiencias del Instituto de Cardiología de la isla, con el modelo de marcapasos de una firma norteamericana que él lleva injertado en el pecho desde el año pasado, cuando una batería de espasmos cardiovasculares estuvieron a punto de hurtarle la vida.

En fin, que a los sesenta años, Carlos Alberto Montaner ha descubierto -muy a su pesar-- que lo único que es irreversible es la vejez. Todo lo demás -incluso el Castrismo- es transitorio, aunque no pueda vivir para contarlo.

* Raúl Gómez es un periodista cubano e independiente. Fragmento tomado del libro en preparación "Desconstruyendo a Carlos Alberto Montaner"

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